La tecnología digital acabará remplazando a la película. Llevará su tiempo, pero ciertamente sucederá.
El corazón de una cámara digital es su sensor, por lo general un CCD, este se inventó en 1969 en los laboratorios Bell. Después de que todo el chip se haya expuesto a una imagen enfocada por el objetivo, se leen las cargas eléctricas, fila por fila, y se digitalizan.
Los datos para la imagen son transferidos a una tarjeta de memoria extraíble en la cámara, y el CCD se reajusta para una nueva toma.
En la tecnología digital, los pixeles tienen mucho valor.
Para la fotografía normal, los receptores del CCD se filtran individualmente en grupos de rojo, verde y azul. La información que falta es suministrada, o interpolada, de los píxeles más próximos.
Un nuevo competidor del CCD es el CMOS, se trata de un chip de memoria convencional con un captor sensible a la luz en cada célula, por lo que su fabricación resulta más barata y tiene el potencial para procesar la información directamente.
El punto principal sigue siendo la resolución osea la cantidad de detalle que puede captar el sensor y el tamaño máximo de amplicación. Esto depende del número de pixeles obvio mientras más, mejor.